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Cincuenta Sombras de Grey

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Empezaré diciendo que para abordar esta peli tengo un cacao mental que intentaré ordenar lo mejor posible. Cacao porque por un lado está la peli en sí, por otro el fenómeno de masas que representa y por otro la popularización de una práctica hasta ahora alternativa y casi repudiada como es el BDSM. Y los tres aspectos son interesantes. Tampoco tengo referencia de las novelas más allá de lo que me han dicho sobre ellas, así que me resulta imposible comparar, pero aquí se trata de hablar de la peli, lo que promete, lo que da y lo que consciente o inconscientemente representa.

Más allá del morbo generado por el contenido sexual de la historia y el BDSM, hay que decir que Cincuenta Sombras de Grey es una historia romántica clásica que responde a un esquema visto mil veces. Una mujer inocente se enamora de un tipo que no le conviene y a partir de ahí se inicia un toma y daca entre ambos, donde él tratará de liberar a la chica de su mundo aburrido y ella tratará de rescatar al hombre de su lado oscuro. Lo hemos visto en éxitos tan recientes como Tres Metros sobre el Cielo y en cientos de películas que recurren a ese esquema de la bella y la bestia, la niña mona y el canallita sexy. Y es un esquema que funciona de forma brutal a poco que se haga un trabajo digno con el mismo. Para ello han puesto al mando a Sam Taylor-Johnson, directora que representa un caso más de talento independiente fichado por un estudio para tratar de dar empaque y algo de personalidad a un producto de masas, que cumple dignamente con su tarea aunque su con el limitado margen de acción que supone entrar en una franquicia que debe funcionar como un reloj suizo.

¿Estás bizca?

“Si te miro muy de cerca te pones bizca.”

Partiendo de la primera novela de la trilogía aquí se han marcado una película de estética impecable que presenta el inicio de esa relación romántica atormentada. Una pareja de actores que funcionan bien, una imagen elegante y pulcra como un anuncio de coches, escenas eróticas competentes (que no especialmente excitantes) y una banda sonora bastante decente son los puntos fuertes de esta película. Una peli que comienza sin miramientos con una entrevista que lleva a un inmediato proceso de seducción y a establecer, no mucho más tarde, el dilema de la relación: ¿estará ella dispuesta a aceptar las condiciones de Grey? ¿Estará él dispuesto a cambiar y dejar fluir sus sentimientos? A partir de aquí es donde el relato se atasca en un bucle que lleva de una escena de seducción a una de serias dudas y vuelta a empezar. Un bucle de intensidad creciente, qué menos, pero bucle a fin de cuentas, hasta que se acaba la peli con una escena que emula la despedida de la entrevista inicial pero con un significado claramente distinto, dejando a punto de caramelo la secuela, que temo que sea una prolongación de dicho bucle, la verdad.


Más allá de la ilusión de transgresión, ‘Cincuenta Sombras de Grey’ es otra película conservadora de chica sensible queriendo rescatar a un malote de su lado oscuro.


La parte del fenómeno de masas está claro que se debe al presunto alto contenido erótico de la historia. Las escenas que van al tema no están mal pero quizás esa estética tan impecable, esa hiperestilización de una película que quiere gritarte la palabra LUJO a la cara, resta potencial a momentos que, seamos honestos, requerirían un poquito más de “suciedad”, ya me entendéis. Pero es que esto es Cincuenta Sombras de Grey, es erotismo clásico, incluso conservador, en donde hasta lo que pone al personal a tono debe ser pulcro para no resultar turbador. Hay algunas notas de humor al inicio, a modo de vaselina y lo más incómodo que se ve en pantalla es siempre emocional, esos momentos en donde se refleja lo malsano de una relación que tiene tintes serios de violencia machista, y no me refiero al BDSM, que eso es otra cosa, sino a los momentos de “¿qué haces? ¿con quién estás? Voy a buscarte”. Eso sí, a favor de esta primera entrega de la historia, he de decir que justo es eso lo que molesta profundamente a la protagonista, aunque como a muchas personas en la vida real, le cueste abrir los ojos obnubilada por tener en frente a un tiarrón sexy, que folla duro y que vive en un mundo de superlujo donde te quita cualquier duda con un viaje en ultraligero o tocando el piano in the middle of the night (como pasaba en la primera Crepúsculo). Lo dicho, un clásico del tipo controlador y posesivo que te compra con chucherías, te seduce y muestra pequeños momentos emocionales que hacen albergar la esperanza para su posible redención. Classical malote.

¡Gustico power!

¡Gustico power!

Luego está el mundo del BDSM. Aquí debo decir que he tenido la suerte de conocer gente cercana a este mundo y que lo que me han enseñado del mismo no es lo que se ve en la película (aunque haya algunas referencias). De igual modo creo que hay que entender que la película cuenta una historia concreta y dudo que pretenda erigirse en la representación de un estándar sobre esta clase de prácticas sexuales. Lo que veo es que la película, dentro de su conservadurismo, al menos tiene la virtud de haber abierto un debate y un interés, sobre todo en mujeres (que es su público potencial y son sobre quienes más tabús ha habido en temas sexuales), por explorar nuevas prácticas sexuales, por asumir la experimentación como parte de su desarrollo sexual. El lado chungo para quienes llevan tiempo practicando BDSM, es que se puedan asociar esas prácticas a un tema de maltrato o a un origen traumático, que es lo que sugiere la historia en el caso de Christian Grey. Y también está el problema del riesgo, ya que quienes practican BDSM tienen en la seguridad y el consenso entre las partes un elemento clave (algo que la película sí muestra) y quizás haya espectadores que, con el calentón, se pongan a probar a lo loco para acabar llamando a los bomberos porque alguien se ha quedado atado sin riego sanguíneo en las muñecas y con el culo en pompa.

Lo que está claro es que Cincuenta Sombras de Grey es una película mucho más convencional de lo que el revuelo mediático y su éxito sugieren, que no deja de ser una peli de echar el rato y, en el mejor de los casos, calentar a parte del público. Lejos de su aparente transgresión es una peli muy conservadora. Definitivamente no es una buena película, pero tampoco un crimen. Aunque si que parece despertar mucha más saña de la habitual, porque a diferencia de otros hitazos ausentes de polémica, pero no mejores, aquí se tocan temas que se miran y juzgan con lupa: la sexualidad y el cine de masas enfocado a un público femenino. Porque machismo hay en cada peli de acción que uno pueda recordar y sin embargo rara vez suscitan este recelo más allá de la calidad de la propia película. Así que si la cosa da para repensar esta forma de señalar según qué cuestiones en el cine, pues eso que nos llevamos para casa.


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